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domingo, 14 de febrero de 2016

¡Duarte no murió solo ni murió pobre!

Desde pequeño, nos enseñan que Juan Pablo Duarte murió solo y pobre en Venezuela. Cecilia Ayala, sobrina tataranieta del Patricio, sostiene que ni una cosa ni la otra.
CA Murió rodeado de sus hermanos y demás familiares que estaban con él en Venezuela. ¿Pobre? Tenemos documentación de que la familia tenía una casa respetable, considerable en tamaño, en una de las principales esquinas de Caracas, a una cuadra de la casa de Bolívar.
En su ensayo “La familia de Juan Pablo Duarte en la Caracas de 1845-1890: un análisis socioeconómico”, Cecilia Ayala muestra el acto de compra de una casa ubicada en la llamada Esquina del Chorro, firmado por Rosa Duarte el 8 de agosto de 1855. El precio de compra fue de 2,300 pesos venezolanos, “cifra considerable para aquellas fechas”.
Aunque la investigadora no ha podido hallar ninguna fotografía o dibujo de la casa de los Duarte Díez, establece, a partir de un plano topográfico de Caracas de 1874, que la vivienda pudo haber ocupado un tercio de la cuadra donde estaba situada.
“El solo hecho de que su fachada principal colindara con el frente de tres casas, puede darnos una idea del espacioso frontis que tenía esta propiedad”, señala Ayala, quien hizo una recreación de lo que pudo haber sido esta vivienda, basándose en las características de las casas coloniales que existían para la fecha en que Duarte y sus hermanos vivieron en la capital de Venezuela.
Cecilia Ayala indica en su ensayo que los tíos maternos de Juan Pablo Duarte tenían varias propiedades en Venezuela. Mariano Díez poseía desde 1841 una estancia de unos 8,000 metros en Maiquetía, donde posiblemente se guareciera la familia Duarte Díez los primeros días después de llegar como exiliados a ese país; y tenía varias casas en Caracas, en una de las cuales, situada entre las esquinas Pájaro y Zamuro, habría muerto Duarte. También José Prudencio Díez poseía varias viviendas en Caracas.
Sin embargo, son las mismas hermanas de Juan Pablo quienes se quejan de su situación económica calamitosa.
En carta al Comisionado del Ayuntamiento de Santo Domingo con motivo de las gestiones del traslado de los restos del Patricio a República Dominicana, en octubre de 1879, Rosa y Francisca revelan que, tres años después de la muerte de su hermano, no han podido pagar los gastos por su enfermedad y entierro. Posteriormente, en mayo de 1883, José Prudencio Díez expuso ante el Congreso Nacional de República Dominicana la situación de precariedad de las hermanas de Duarte, “solas en tierra extranjera, sin abrigo y sin pan…”. Y en otra carta al Ayuntamiento de Santo Domingo, en 1884, las hermanas hablan de penurias y martirios.
LMG ¿No hay una contradicción entre lo que denuncian las hermanas de Duarte y la situación de relativa bonanza que, según su investigación, disfrutaba el Patricio y su familia?
CA Cuando muere Manuel, el último de ellos, le dejan la casa familiar a mi bisabuela, Matilde Duarte. Y si se la dejaron en herencia, quiere decir que eran dueños de la misma, así que no me explico por qué ellas dicen en la carta que estaban en una situación calamitosa.
Cecilia Ayala piensa que las dificultades de que se quejan las hermanas del Patricio habrían tenido que ver más con la demencia de Manuel, el menor de los hermanos, a quien ellas tuvieron que cuidar mientras vivieron. “A esta situación familiar debió haberse referido Emiliano Tejera cuando llamó al hogar de los Duarte “Mansión de dolores”.
La leyenda de Río Negro. En otro ensayo, “Duarte y la leyenda de San Carlos de Río Negro: análisis crítico”, Cecilia Ayala pone en duda que el Patricio haya estado alguna vez en San Carlos de Río Negro, remoto poblado venezolano localizado cerca de la frontera con Brasil.
Según esta investigadora, se trata de una leyenda que pudo haberse originado en la interpretación metafórica de las palabras del padre Fernando Arturo de Meriño ante los restos repatriados de Juan Pablo Duarte, el 27 de febrero de 1884.
Ayala presume que la frase “… se encaminó a las selvas de Río Negro, lugar impenetrable de la República de Venezuela sólo habitado en aquel tiempo por tribus salvajes…”, fue tergiversada dos días después, el 1 de marzo de 1884, por el historiador José Gabriel García al reseñar en el periódico “El Mensajero” que Duarte “…dedicado al comercio en las costas orientales de (Venezuela), fue alejándose poco a poco, hasta que internándose por el Orinoco y por el río Negro, llegó a los confines de Brasil, donde se perdieron las huellas de su itinerario hasta para los miembros de su propia familia…”, una frase sin ningún sustento documental que más bien parece, según la investigadora, inspiración de García.
El trabajo de Ayala contiene un cuadro comparativo de las reseñas sobre el tema hechas por distintos autores durante los siglos XIX y XX, en las que tiende a repetirse, a veces poéticamente, la crónica de José Gabriel García. La autora señala que, si bien Duarte pudo haber relatado a Meriño y a García su periplo por la selva venezolana, es improbable que el Patricio se refiriera específicamente al poblado de San Carlos de Río Negro, aunque sí a esta región, que es muy amplia y ocupa lo que hoy es el Estado Bolívar.
Ayala recuerda que lo único conocido y documentado sobre los 32 años que Juan Pablo Duarte vivió en Venezuela es, según los “Apuntes” de Rosa Duarte, las cartas del Patricio y una elegía escrita por él a la muerte de su amigo Marcelino Muñoz, que anduvo doce años por la selva, que estuvo en Achaguas, Estado Apure, y que residió en Caracas. Todo lo demás es especulación. La falta de información, a juicio de la antropóloga, ha dado paso a esa leyenda y también a la que habla de un Duarte deprimido, derrotado, perdido en los montes.
CA Por supuesto que Duarte estuvo haciendo actividad comercial; un individuo como él, que encabezó una gesta como la dominicana, no pudo luego cruzarse de brazos y echarse a morir en la selva. En una oportunidad alguien me informó que Duarte habría trabajado como gerente de unos vapores en el Orinoco, pero no se ha buscado constancia en los archivos de la zona.
Ni solitario, ni pobre, ni deprimido. La visión de Cecilia Ayala sobre Juan Pablo Duarte contrasta con el discurso oficial y abre la posibilidad al debate acerca de esta etapa insuficientemente explorada de la vida del Patricio

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