Se hace necesario, antes de tratar la ética profesional en la educación, precisar brevemente dos conceptos como lo son pedagogía y docencia.
La docencia es aquella actividad que realiza un individuo que se dedica a enseñar o que realiza acciones referentes a la enseñanza. La palabra deriva del término latino docens, que a su vez procede de docere, "enseñar". En el lenguaje cotidiano, el concepto suele utilizarse como sinónimo de profesor o maestro, aunque su significado no es exactamente igual.
El docente o profesor es la persona que imparte conocimientos enmarcados en una determinada ciencia o arte. Sin embargo, el maestro es aquel al que se le reconoce una habilidad extraordinaria en la materia que instruye. De esta forma, un docente puede no ser un maestro (y viceversa). Más allá de esta distinción, todos deben poseer habilidades pedagógicas para convertirse en agentes efectivos del proceso de aprendizaje.
El docente, en definitiva, reconoce que la enseñanza es su dedicación y profesión fundamental. Por lo tanto, sus habilidades consisten en enseñar de la mejor forma posible a quien asume el rol de educando, más allá de la edad o condición que éste posea.
La pedagogía tiene su origen en el griego antiguo paidagogós. Este término estaba compuesto por paidos ("niño") y gogía ("conducir" o "llevar"). Por lo tanto, el concepto hacía referencia al esclavo que llevaba a los niños a la escuela.
En la actualidad, la pedagogía es el conjunto de los saberes que están orientados hacia la educación, entendida como un fenómeno que pertenece intrínsecamente a la especie humana y que se desarrolla de manera social.
La pedagogía, por lo tanto, es una ciencia aplicada con características psicosociales que tiene la educación como principal interés de estudio.
Es importante distinguir entre la pedagogía como la ciencia que estudia la educación y la didáctica como la disciplina o el grupo de técnicas que favorecen el aprendizaje. Así puede decirse que la didáctica es apenas una disciplina que forma parte de una dimensión más amplia como la pedagogía.
La pedagogía también ha sido vinculada con la andragogía, que es la disciplina de la educación que se dedica de formar al ser humano de manera permanente, en todas las etapas de desarrollo de acuerdo a sus vivencias sociales y culturales.
Así ya entendidos los principios de docencia y pedagogía, y según nos ilustran sus ideas centrales, podemos decir, que el profesional de la educación no solo tiene por función transmitir y crear conocimiento, pues su labor educadora debe ir más allá, debiendo estar orientada hacia la responsabilidad ineludible de la formación moral y ética del alumnado.
Consciente de su labor, el docente debe avanzar con la firme convicción de formar "personas" que comulguen con el respeto por la coexistencia con otros y ser uno mismo en valores y principios, asumiendo así la educación como una tarea cívica ciudadana y una alfabetización ética de la sociedad.
En ese contexto el docente debe aprender a comprometerse con los valores asumidos por todos, aprender a ser coherente con lo que piensa, dice y hace, pudiendo así asumirse como sujeto libre individual pero con un rol ético-social indiscutible.
La socialización es la clave en la enseñanza para una formación ética de sus alumnos.
Así serán desafíos éticos para la profesión docente, entre otros:
1.- El deber de que todo acto de enseñanza sea por principio intrínsecamente un acto ético, por lo cual cada acto y/o discurso del docente debe ser en función del bien común de sus alumnos.
2.- El deber de no caer en faltas éticas, como por ejemplo suspender su actividad o abstenerse de ella utilizando determinadas justificaciones que entren en conflicto con las normas éticas y morales de las cuales debe ser el crisol para sus alumnos.
3.- El deber de constante perfeccionamiento en sus conocimientos, lo cual importa un respeto ético hacia su formación y perfeccionamiento, como así mismo un respeto hacia sus alumnos. Capacidad investigativa.
4.- El deber de consolidar un modo de ser, su ethos, configurado por virtudes profesionales, esto es, capacidades que destaquen su profesionalidad.
5.- El deber de formarse y perfeccionarse en el conocimiento y no en la información puesto que información no es sinónimo de conocimiento, lo cual marca la gran diferencia entre la verdadera acción docente intencionalmente educativa y la mera entrega de datos.
6.- El deber de alcanzar los grandes objetivos de aprender a conocer y aprender a aprender, lo cual sólo puede ser alcanzado en un marco ético con el concurso de la voluntad y los afectos individuales y comunitarios.
7.- El deber de no ser solamente un profesional que maneja su disciplina, sino también el "sabio" que conoce como obrar, en la ciencia y en la vida.
8.- El deber de encarnar una ética facilitadora del encuentro entre iguales, congruente con la exigencia de ampliar los horizontes de respeto a todos y cada uno de los seres humanos.
9.- El deber ser de formar hombres y mujeres libres capaces de autonomía moral.
10.- El deber de estar consciente de que la docencia como profesión se única en un contexto social, institucional, grupal e individual, de ahí su deber moral de no poder desconocer las relaciones y determinaciones en ninguno de estos niveles, pues no todos los obstáculos a los que seenfrenta el docente en el salón de clases seoriginan ahí solamente, sino que son reflejo de unproblema social más amplio que repercute en la sociedad misma.
Lineamientos éticos de la profesión docente
Herbert Spencer (1820-1903), naturalista, filósofo, psicólogo, antropólogo y sociólogo británico. Uno de los más ilustres positivistas de su país. Ingeniero civil y de formación autodidacta, se interesó tanto por la ciencia como por las letras.
Spencer dejó escrito un libro sobre el Origen de las profesiones en clave evolucionista. En él se presenta el nacimiento delas diferentes profesiones como un paso evolutivo en el crecimiento de la vida.
"El profesor, tanto por la instrucción que suministra como por la disciplina que impone, hace a sus alumnos capaces de adaptarse a cualquier ocupación de un modo más efectivo y obtener provechos para su subsistencia y aumenta la vida".
En tal sentido podemos decir que existen tres principios fundamentales en la contribución docente al desarrollo y perfeccionamiento de la ética en la educación:
1.- El principio de beneficencia. Decía Platón que ningún "arte" se ejerce para el bien del que lo ejerce.
Un profesional ético es aquél que hace el bien en su profesión haciendo bien su profesión. No hay nada más moralizador que cada cual haga bien lo que tiene que hacer, lleve a cabo cada actividad procurando realizar el bien al que esa actividad está intrínsecamente orientada.
El ejercicio éticamente responsable de la función docente lleva consigo al menos estos deberes y responsabilidades: ante todo enseñar, entendiéndola enseñanza como ayudar a aprender. Enseñar presupone saber, haber aprendido lo que enseña y estar al día en la materia que enseña, de la que es profesor.
2.- El principio de autonomía.Este principio en el ámbito de la docencia se articula mediante un diálogo y colaboración entre el profesor y los alumnos en beneficio de una mejora de la calidad docente y discente, tendiente a suprimir o a aminorar la desigualdad del punto de partida. Hay que estar dispuestos a fomentar toda la igualdad que sea realmente posible, asumiendo con el mismo realismo las desigualdades que hoy por hoy sean inevitables en orden a que mañana no lo sean.
3.- El principio de justicia. Según éste principio, los primeros deberes de justicia consisten en que cada uno cumpla con "su deber", es decir, con lo que se le ha encomendado, lo que se espera que haga al encomendarle el puesto o cargo de profesor en donde ejercerá la docencia, sin extralimitarse. En este ámbito hay que situar tanto las obligaciones y derechos de todas las partes que intervienen en el proceso de formación.
Así hablamos de equidad e igualdad, en el sentido de que su propósito principal es eliminar toda forma de discriminación entre hombres y mujeres y lograr la igualdad en derechos, oportunidades, responsabilidad, acceso a la educación, participación social y ciudadanía.
Por todo ello, no basta con enseñar bien (principio de beneficencia) y respetar a las personas (principio de autonomía); hay que trabajar desde todas partes, desde todas las profesiones, muy especialmente desde las aulas, en favor de la justicia.
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